miércoles, 14 de abril de 2010

SI YO SOY UNO...

ejemplo tomado de mi libro "PNL. Mapas para el cambio", con relación a los post anteriores.


Si yo soy uno, Gabriel, ¿cómo puedo querer y no querer algo al mismo tiempo? ¿Cómo puedo decidir alimentarme saludablemente y encontrarme un rato después atiborrándome de dulces?

Si yo soy el que decide alimentarse saludablemente, entonces el que se atiborra de dulces no soy yo. Es algo ajeno a mí. Es algo inconciente que me boicotea. Es algo que debo combatir. Una característica negativa que debo extirpar de mi ser. Sin darme demasiada cuenta tomo partido por una de las partes en conflicto, y me convenzo a mí mismo de que yo soy esa parte: por supuesto me identifico con la que considero positiva, por lo tanto la negativa no soy yo. Entonces la combato. Lucho denodadamente contra eso que no soy yo… y me descubro perdiendo la batalla.
Lejos de resolver el conflicto combatiendo contra una de las partes, la oposición interior aumenta. El aspecto rechazado parece agigantarse cuanto más lo peleo. Pienso que me falta voluntad. Me hago más fuerte todavía. Combato con mayor tesón. Por momentos creo que gano la lucha, pero no puedo mantener la fuerza de voluntad eternamente, en algún momento flaqueo…entonces pierdo nuevamente. Y el conflicto sigue. Las guerras interiores suelen ser muy cruentas. El autorreproche, la culpa, el castigo, la exigencia desmedida generan un círculo vicioso del que es muy difícil salir. El estado de guerra interior no es un estado en el quiera vivir permanentemente.
Además, las guerras interiores presentan una trágica condición: si finalmente yo gano la guerra, ¿el que pierde no soy también yo mismo?

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