viernes, 8 de octubre de 2010

CUERPO Y LENGUAJE

Exploremos los supuestos en que se asienta el lenguaje que utilizamos para modelar nuestros mapas sobre el cuerpo. Cualquier evocación a cultura judeocristiana, lógica aristotélica y filosofía cartesiana no será pura coincidencia:

Ese Yo es una mente-sujeto que experimenta a un cuerpo-objeto.
El Yo se ha identificado con la mente y se ha disociado del cuerpo.
El Yo identificado con la mente es de naturaleza superior, elevada, ligada al espíritu.
El cuerpo en tanto materia, es de naturaleza inferior, una máquina, un mal necesario, sede de nuestros impulsos más bajos.
En el mejor de los casos, el cuerpo es apenas un envase imperfecto y transitorio para un alma perfecta y eterna hecha a imagen y semejanza de Dios.

No es necesario que creamos en lo anterior de manera conciente —de hecho es probable que algunos de nosotros no estemos de acuerdo con las afirmaciones precedentes—, sin embargo esas ideas subyacen a nuestro lenguaje y condicionan nuestros modelos del mundo.
Aunque hablemos de la unidad que somos, aunque sostengamos una visión holística, el lenguaje y la lógica que estructuran nuestro pensamiento están plagados de divisiones. Es lo que se conoce como conciencia dual o conciencia escindida: la forma en que experimentamos la realidad en función de nuestro ego limitado.

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