Miro al año que
se va desde la cima de la tarde de su último día.
No veo allí las
Hazañas Prometidas, no están allí mis Grandes Cambios ni mis Grandes Decisiones.
Más bien parece una larga y vacía Gran Vía.
Para mi asombro el
Ego que observa parece no estar prestando demasiada atención a esa ausencia de
Épicas Conquistas: ningún carruaje lleva a ningún Gabriel Victorioso y esta vez
eso no parace disgutarle demasiado.
Más bien observa
con detenimiento el minúsculo caminito de hormigitas laboriosas que bordea la
Vía de los Grandes Carruajes Ausentes. Y ese caminito bulle vida.
Miro al año que
se va desde la tarde de su último día.
El Ego se relaja
sobre el hombro del Alma quién sonrie complacida: “hemos hecho un buen trabajo”
se lee en su sonrisa.